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lunes, 31 de marzo de 2008

Tercer prólogo al lector activo

(... ) se encontraba sentada en la estación Perú, esperando un subte que tardo en llegar. Miró hacia las escaleras, su rostro ya no era el mismo, o simplemente fue mi intuición. Ahí la vi. Vi como una brisa repentina le arrebato el pañuelo que sostenía débilmente entre sus dedos. Y fue ahí, al intentar levantarlo, (yo también me acerque para recogerlo) cuando sus ojos se clavaron del otro lado del andén, como si hubiera visto algo que no esperaba ver. Ahí se quedo, mirando fijo justo en frente. Yo recogí el pañuelo. Me cautivo su expresión y su congelamiento. El subte llego y le robo el momento. Yo la miré, ella reacciono pero sus ojos estaban como paralizados buscando la imagen que no pudo conservar. Subió las escaleras rápidamente, yo la seguí, ambos perdimos el subte, cruzo la Avenida de Mayo, la silueta roja del muñeco del otro lado de la calle prohibía el paso, pero ella cruzo, las bocinas y frenadas se hicieron sentir. Cruzo de todas formas y bajo del otro lado del andén. Parecía asustada. Me detuve a unos metros para recuperar el aliento; la vi girar sobre si misma en todas las direcciones como si no supiera dónde estaba. Volvió a subir de prisa y se escapó de mi vista. Me apresuré a seguirla pero cuando subí ya era tarde, la había perdido. Caminé unas cuadras, intentando seguir un rastro, la gente parecía salir de todas partes. Me senté en un banco vació de la plaza, miré el pañuelo entre mis manos. Levanté la vista, ahí estaba. Ambos vimos, aunque de diferentes perspectivas y puntos de vista, ese papel que un hombre arrojo, ella corrió tras el. Las palomas se espantaron. Levantó el papel del suelo. Allí la alcance y le devolví lo que se le había caído en la estación de subte. Me lo agradeció mientras miraba entre la gente que iba y venia, como buscando a aquel hombre. Le pregunté por el papel que había recogido del suelo. Era sólo otro boleto con versos en la parte posterior. Allí nos sentamos y me refirió algunas cosas de esta historia. Qué por qué la escribí, no lo sé, tal vez para imaginar que lo que ella vio ese día es un posible final o mejor aun, un nuevo comienzo. Quizá para sentirme, de alguna manera, parte de una historia. Tal vez para sugerir, sólo para sugerir. Todavía encuentro boletos escritos. Están por todas partes. Pero hay algo que, por las posibles consecuencias, da miedo contarle. Usted y sus conjeturas se aproximan y bifurcan por inmensos caminos racionales y hasta coherentes. Yo, en cambio, al escribir tendría que asumir mi culpabilidad en todo esto y eso, sí, justamente eso; es lo que vengo resistiéndome a escribir. Aun así ¿podré callarlo? ¿Cómo escaparme de mi y mis pensamientos? ¡Que más da! Ambos, usted y yo digo, sabemos que no todo tiene explicaciones lógicas y siempre existe ese “algo” incoherente, irracional, inconsciente, malditamente intuitivo que nos mueve y, a veces, nos gana, nos lleva donde la razón se resiste a ir y mientras más opone resistencia más nos lleva, más se apodera de nuestro ser. Después de esa mañana en la estación no pude dejar de pensar en ella. Fue por descubrirla, por saber lo que sus ojos ocultaban que emprendí la retrospectiva de todos estas personas y hechos fascinantes. En el camino coarté el deseo que crecía con los días. Pero quizá sea mejor, para mi conciencia al menos, contarles lo que sólo usted y yo sabremos (y con esto intento que sea cómplice en mi relato y entienda mis razones) Después de los más de quince meses que me tomo armar parte del rompecabezas, parecía estar todo como al principio. Me senté en un café con los escritos para intentar repasar un poco todo lo obtenido. La cuidad se hace pequeña en invierno. Al salir del café subí a un taxi dispuesto a volver a mi departamento. Pensamientos inconclusos invadieron mi mente. Se supone que no debería escribir lo que voy a contarles, pero ya no tiene caso. El silencio de mi habitación atrae al insomnio y quizá esta sea la manera de purgar algunos de mis fantasmas. Fui contratado por Alejandro para investigar la supuesta existencia del autor de ese cuaderno negro. Lo imprevisto fue que mientras mas conocí a Anabel (la Penélope que vi ese día en la estación de subte) a través de la visión y las palabras del extraño autor, más deseaba tenerla conmigo. Fue fácil reconstruir su pasado y vana la resistencia a sus ojos narcisos. Lo inesperado fue darme cuenta en la intimidad de que ella guardaba, como una pausa la vida, sus noches y su piel para ese extraño y lejano individuo. Sentí celos, irreprimibles celos. Cada respuesta encierra innumerables preguntas circulares. ¿Cómo cruzar el abismo? Desgraciadamente Buenos Aires se hace pequeña en invierno. Lo que fui llamado a encontrar, sin querer, lo hallé sobre calles empedradas, en una de mis ya rutinarias mañanas y para aumentar el desespero no cumplí con lo pactado. ¿Qué pasa cuando la vida se reduce tan solo a un recuerdo? .Cuándo ese recuerdo se apodera por completo de la mente, como si todos los momentos que vivimos se borrasen instantáneamente y solo quedara ese recuerdo, ese maldito recuerdo, nada mas que eso. Desde acá arriba el agua parece inmensamente profunda. Desde esta altura se simplifica la existencia a una sola decisión; a una sola elección. ¿Y que es real? He perdido, de apoco, a cuenta gotas de tiempo, la noción certera de lo real en lo fantástico, de lo irreal en lo cotidiano. Imágenes sonoras, historias ficticias parecidas a la vida, tan iguales a la vida que se confunden con la misma apunto tal de no saber, a ciencia cierta qué es lo que esta pasando. La vida se me escapa mientras fantaseo hacer lo que no hago. Mientras más me alejo pensando acercarme, mas me pierdo queriendo encontrarme. La tuve, se que la tuve. Como hubiera querido prolongar ese deseo y no desprender jamás mi boca de los caminos que invente en su piel. ¿Caminos? ¡Ingenuo! Caminos ya trazados. Parezco estar destinado a perder lo que deseo a manos de terceros. Otra vez. ¡Otra maldita vez! Yo vi. su cuerpo desnudo sobre la cama, sobre mi cama, sobre esa cama de cuna donde mi fantasía quedo; y sus huellas, superfluas, como todo el brillo de sus ojos, se quebraron en mis sabanas y se borraron de su mente, otra vez, como si nada hubiera pasado, otra vez me borro, igual que los besos de el, y tantas otros. Me borro de su boca. Y yo que pensaba que esta vez podría ser cierto! Idiota! Que vana es la búsqueda, que enredo miserable. Amarla como la amo no alcanza para que me elija, como tampoco le alcanzara a Alejandro, ni a ninguno que intente acercársele pretendiendo su suavidad. Que pecado tener esos ojos y no saber mirar! (... )

viernes, 28 de marzo de 2008

palabras a una mujer lejana

Hace ya tiempo a volví a buenos aires y aun no consigo desarmar mi maleta. Me mantengo ocupado para no tener tiempo de sacar mi ropa y guardarla en el placard. Seria como aceptar el hecho que estoy aquí, que estas lejos, que tengo que quedarme sin vos. La miro de reojo cada vez que vuelvo a mi habitación y aun sigue allí, como esperando por mi, como pidiéndome que vuelva. Deambulo por la cuidad por si acaso así consigo dejar de pensarte, me falta aire a la luz del día. Me falta el sueño q deje en tu orilla. El abismo de tus ojos se quedo en mi espejo cada vez que me miro. Tengo la extraña sensación de ya haberte olvidado, la inagotable añoranza de no haberlo conseguido del todo. De que el tiempo se contrae a veces y nos regala momentos que parecen de otro planeta. De cuanto en cuanto. Me siento a escribirte como queriendo que mis palabras expresen algo o tengan algún sentido del que nunca tienen y el que nunca consigo, tratando de explicarte las cosas que no alcanzo a entender pèro que parezco tenerlas tan claras. Y te lloro mi amor, claro que te lloro, y quiero decirte tan sólo que no sé que hacer para aceptar la vida así como es, y sin vueltas sin más sin nada más, pero no puedo, no quiero y no pretendo sin mirarte el alma otra vez. Se quiere tanto en tan poco tiempo. “es tan corto el amor y tan largo el olvido” para los poetas del sur, ninguno d nosotros aprendimos a dejar las memorias y las nostalgias de las palabras para volver al lugar donde el alma nunca quiso irse..

miércoles, 26 de marzo de 2008

perderte solo para volverte a encontrar

…¿y si jamás se ponen de acuerdo la suerte y el tiempo? ¿Qué hago con todo aquello que no pude decirle? Esta escena ya la he vivido: otra vez los vicios del mundo silencian el alma. Lo días que se escapan sin previo aviso, las gotas que nunca desahogan lo que queda sin decirse, y se marchita la flor a la que no pude cantar, como el verso aquel que no ya no puedo recordar Cómo desearía que Anabel, tocase mi boca con sus manos blancas, y llene de su inmensa juventud mis ojos cansados, pues un hombre envejece más rápido en el dolor y, a pesar de ser joven en años, las angustias van desfloreciéndome el rostro. Si pudiera, tan sólo un instante, en el aleteo de un colibrí, humedecer su boca en el roció de mis labios, bastaría sólo un beso para hacerme preso de su amor o mi dolor. ¡OH, cómo duele ignorar! ¡Cómo desangra aquel poema olvidado en las páginas del libro! No llegó el sueño a mis parpados, aún estando ya enrojecidos, y cuando al fin consigo dormir, se cuela en mi sueño, consecuencia de tanto pensarla en la vigila, ¡qué tan profundo se ha clavado en mi inconsciente! Sollozando mientras duermo, tras el agujero blanco de la enorme noche, ese desconocido que llamamos Dios, me verá perderme una vez más en el mar de dudas de la existencia y se beberá ese tiempo que el reloj no cuenta. Los antagónicos pensamientos turban mi calma, aún estando lejos nuestros cuerpos. De nuevo los miedos, las dudas, la angustia, cuan imágenes oníricas. ¡Qué tremenda estupidez la de pensar que ella podría descubrirme cuando, a veces, yo mismo me oculto! ¡Qué sueño inocente, hermoso por momentos, imaginar que se puede nadar contra la corriente, sin sentir las secuelas del cansancio! Preciso ilusiones para tener un camino. Pero, cómo explicarle que la enorme necesidad de acercarme a ella, fue mi motivación, mi esperanza y mi miedo a no saber qué habría de encontrar. O quizá peor, a saber precisamente que lo que encontraría, jamás llenaría mis deseos. Con el paso del tiempo, nos acostumbraríamos a estar juntos, y ese amor inventado se irá por la ventana mientras dormimos. Por qué eso es lo que hace: huye como un cobarde en la oscura noche… y al despertar, de pronto, no sabemos dónde estamos, ni quiénes somos, ni cómo llegamos hasta aquí. …y otra vez estaremos lejos. Un eterno mientras tanto prolonga las soledades circulares que siempre llegan en la madrugada. Sé, y quisiera no saberlo más, que no encontraré en ella la fantasía que cree, porque no existe más que en mi mente. Y sé, también, que me acercaré a su boca en mi deseo de tenerla y no sabré darle la libertad que pretendo. Y mi libertad dependerá de la suya y caeremos en el enorme abismo que nos separa. Una mañana descubriremos que siempre fuimos extraños y ya no habrá tiempo para conocernos más: lo que halló en mí, ya habrá cambiado, como sus ojos y su voz. Ella no me reconocerá con sus manos en mi rostro y nuevamente trataré de explicarle, en mí entupida retórica: quién soy. Y cuando al fin lo comprenda, seré nuevamente otro hombre y no entenderé por que aún esta a mi lado y, una vez más, volveremos al comienzo, a pensar si vale la pena perdernos, sólo para volvernos a encontrar.

domingo, 16 de marzo de 2008

Novela: sobre la lucidez y el encuentro inesperado

Hace cinco semanas que no tengo noticias de Anabel. Su silencio es como un cuaderno de bitácora vació en mi mente. No consigo dejar de pensar idioteces, con cierta lucidez. La lucidez es un bien y una maldición, la lucidez es la elección irreversible, una vez que llega temprana o tardía, no hay vuelta atrás. El conocer la luz es imposible sin la oscuridad, ¿Qué seria del bien sin el mal? La lucidez, después de comer del árbol del conocimiento es mi mayor pecado y más grande acto de amor. …y ¿Por qué habría de compartir mi lucidez si ella prefiere la ignorancia? Podría tentarla con el fruto pero es suya la elección ¿Qué sentido tiene condenarla a ejercer el libre albedrío? ¿Por qué someterla a vivir eligiendo cuando es más fácil no darse cuenta? ¿Es amor o egoísmo besar su mejilla y mostrar mi perfil? ¿Cuántos eslabones separan la cadena de la lucidez a la locura? Quizá sea entonces, el preciso momento, en que el hombre, perdido en su laberinto, embriagado de nostalgia sin ver la salida, se lanza a escribir un libro para beberse las ganas. No lo sé, quizá, para alcanzar el cielo, el infierno sea el atajo más corto. Mis días en Villa Maria, luego de cuatro semanas en el sur, no fueron muy claros. El tiempo lejos me ayudó a meditar y serenarme. El inicio de las clases se postergó, como ya es común la falta de acuerdos entre instituciones, pero, como siempre, los más perjudicados éramos nosotros, no sólo por el derroche de tiempo y dinero que genera estar aquí, sino también, y sobre todo, porque los días se hacen más largos y no había vuelto a verla. Los rumores de la pérdida del año lectivo eran desoladores para los estudiantes y tres veces más devaluados para sus familias. Nada sabia de Anabel. Pensé en continuar escribiendo, pero justo esa tarde, la suerte y el tiempo, conciliaron un pequeño acuerdo: Ese miércoles, caminaba apresurado por la calle Mendoza, sin saber a dónde me llevaba la prisa. Mi agitada respiración se normalizó ante la llegada del tren que me obligó a esperar al menos cinco minutos. Sin advertirlo, ese tren fue el designio causal que me detuvo ocasionalmente para que al voltear, la viera dirigirse hacia mí con paso lento y femineidad desbordante. Nos miramos y sonreímos al reconocernos. La sangré en mis venas parecía evaporarse. Caminamos juntos unas cuantas cuadras, bajo la sombra abundante de los árboles y la alfombra de hojas que tamizaba las veredas. Nos contamos algunas cosas sucedidas en el receso que nos alejó, como dos extraños pretendiendo dejar de serlo. Allí estábamos los dos, sin mundo, sin calles, sin ruidos. Ella intentó abrir sus labios lentamente como queriendo dejar escapar unas palabras, pero mis manos en las suyas, en un impulso inexplicable, silenciaron su decir e hipnotizaron sus ojos. Tomé su mano y la coloqué sobre mi pecho: _ Esperaba volver a verla señorita_ le dije casi susurrando. Su mano comenzó a temblar al sentir que mis latidos se aceleraban gradualmente. _ Nadie fijó sus ojos en mi por tanto tiempo_ dijo temblorosa mientras bajaba la mirada con timidez. _ Jamás había oído tan bellas palabras_ pensé en mi interior, mientras la distancia entre los dos se desvanecía en cada palpitar simultáneo de nuestros corazones. Me invadió una profunda sensación de tranquilidad, que sólo cuando niño presentía. Podía respirar su aliento y me llene de él, toqué su mejilla derecha en una caricia casi intangible y posé mi boca temblorosa en la miel de sus labios. Ella se calmó, como el rocío de la mañana que se deja besar por la luz… nos alejamos despacio, sin decir nada, dialogando en las miradas, sabiendo que volveríamos a encontrarnos sin andar buscándonos. ¿Cuánto tiempo dura un beso? Cada vez que toque mi boca, será inevitable volver a sentir el sabor de sus labios en los míos, el aroma de los pétalos de su piel. Un beso circular, como la foto que guardamos en el cajón y que basta sólo volver a mirar, para volver revivir la sensación, para aliviar la nostalgia de estar tan vivo.

sábado, 15 de marzo de 2008

Poé-nción (poema)

Inventé en mi poesía
la fragil suavidad de tus dedos
sin rima
como quien inventa el miedo.
Te besé, también, la mejilla
y puse en verso
un sueño
Supe, lo sé
que llegaría
ese día de libertades oscuras.
Mas lo hice de todas maneras,
amor sin rima ni viento,
soñé que te soñaba
y sólo un sueño
me mantiene despierto.

aun despues..(poema)

y todabia estoy temblando aun despues, luego del tiempo aun del miedo. ya te diste cuenta no hay lugar ¿ a dónde amor? a dónde más lejos puedo ir si aun despues si despues de alejarme vuelvo a caer en tus ojos.

Lejana (poema)

¿y si te acercas Lejana, y me miras? ¿si (por nostalgia o inercia) soñamos juntos un rio sin orillas? Despiertame mañana sin espacios Despiertame, Lejana! te preciso respirar. Que sé muy bién a veces, no alcanza la esperanza mas sé tambien no vendra por mi si no he de buscarla. Déjame ... Lejana (al menos esta vez) tomar aliento en tu boca que, de cuanto en cuanto cansa esto de volar.

viernes, 14 de marzo de 2008

Novela: Las oscuras sombras de las 20.00 horas (parte del diario)

Esos instantes cercanos afianzaron mi intuición, definitivamente había algo en esa mujer, un algo encantador, similar a la brisa del sur, ese sur distante y profundo que tanto añoro. Daban las oscuras sombras de las veinte horas. En mi reloj pulsera restaban cinco minutos para las ocho, siempre tengo adelantado el tiempo. Un presagio instintivo (las nubes anunciaban una tormenta) me hizo suponer que Anabel, la de las manos blancas, no llegaría. La gente allá afuera camina en todas direcciones, a veces se me ocurre pensar que tal vez alguien se detenga para decirme a dónde ir. Los autos pasan. Algunos regresan como perdidos y probablemente lo estén. Me consuela, de alguna manera, pensar que posiblemente no sea el único que a menudo se pierde. Una lluvia gradual comenzó a caer. Los paraguas de la gente comenzaban a abrirse simultáneamente. Algunos se refugiaban bajo los sobretechos, como si cubrirse del agua y el frió bastara para alejarlos, mas continúan ahí y siempre regresan, tarde o temprano, van a mojarse. Las miradas se pierden. Los ojos de lo niños pasan y giran a mirarme. Parecen descubrirme. La gente aquí adentro comenzó a clavar sus miradas extrañas, parecía incomodarles mi solitaria presencia, mi cuaderno a rayas y mi lapicera azul. Una serie de pensamientos contradictorios inundaron mi mente El café comenzó a enfriarse por la espera y, salí caminado con tranquilidad, luego de pasados 45 minutos. Había algo en el ambiente, supuse que no sería fácil y me alegró que así fuera, lo fácil siempre es pasajero y sólo prolonga soledades, aunque puede que Anabel nunca leyera aquella nota en el pequeño papel. Jamás mencionamos el asunto y nos limitamos a saludos cordiales en cada encuentro casual.

Novela: Una tarde hace ya tiempo atras (parte del Diario)

La tarde en que Anabel, la de las manos blancas, posó su mirada casual sobre mis ojos taciturnos, fue, sin duda, una tarde que olía a dulce azucena rociada. Cansado ya de tantos viajes, la vi… Y al instante siguiente, cual imposible brisa, el tiempo se esfumó y se mezcló en el gentío. Desde aquella tarde difusa, hace ya casi dos años, era frecuente el encuentro casual intencionado por los pasillos de la biblioteca. Me deleitaba leyendo libros de historia del arte mientras ansiaba que llegara. La vi tantas veces entre gentes extrañas siendo ella el centro de atención. De vez en cuando oía su voz pero me perdía en la elegancia de los gestos que acompañaban su decir, sus manos blancas. Tenía el rostro limpio de tristezas y boca de luna. Me gustaba pasarme el tiempo entre sus ojos y las páginas de alguna historia épica, mientras un Mandala se desdibujaba en mi cuaderno de notas cada vez que su mirada me encontraba. Sólo una vez se dejó contemplar. Sólo eso bastó, para precipitar la pelea perpetua del lejano espectador, ante la imposibilidad verbal de describir el momento. Sería inútil todo intento. Ese día, Anabel se levantó junto a una señorita de cabellos oscuros, con quien seguramente compartiría algunas intimidades, y se dirigieron a la puerta principal. Tomé mis cosas, no eran tantas, y subí al autobús. La señorita de cabellos oscuros bajó en la plaza central y sólo instantes después Anabel, se dejó contemplar. Egoístamente hubiera querido ser sólo yo quien presenciara el momento, aunque dudo que las otras gentes que estaban allí lo hubiesen visto, ya que era preciso, sacarse el manto superfluo que cubre las almas y estar propensos al resfrío. Miró sin ver hacia la ventana, a su derecha vio las formas abstractas de la ciudad tras el vidrio empañado. Sentí ganas de darle mis alas y ella sintió mi presencia ausente en la imagen descolorida del cristal. Me miró. ¿Acaso me habría visto? ¿Habría sido sólo su reflejo en el enajenado cristal? Aquí comienza mi obsesión. Indudablemente debía hacer algo para acercarme a ella. Su mirada fue como un grito que hizo eco en mi soledad reverberada, como si el alma quisiera escaparse de la cárcel del cuerpo y de la cuidad alienada, de la vida sistematizada, prefabricada, contemporánea, como una caja de cereales en la góndola de algún hipermercado. Pero cómo acercarme, cómo alcanzarla. Quizá debía entrenar para correr tras ella y no estoy acostumbrado, tal vez debía hacer que ella se detenga. No lo sé. Una vez más, en el tiempo que aletea un colibrí, se esfumó su presencia, su voz, las horas, los días.

jueves, 13 de marzo de 2008

hoy comparti un cafe con la abogada Alejandra

Hagame acordar por favor q no me olvide de lo que hoy me dieron sus ojos. hagame, srta recordar a diario lo importante de compartir estos momentos y agradecerle simplemente por la poesia de sus ojos.

Novela: Monologo

Y aun cuando pensé, reiteradas veces ocultarme entre la gente, el ruido y la pesadez de bs as, aun cuando creí que entre tanto iba perderme, no pude escaparme de esos pensamientos grises y circulares que caminan conmigo a cada paso como una sombra que nubla cada intento repentino y desesperado por salir. Madrugadas en pleno día síntomas de una noche blanca que se contrae y se espande. Ahí, justo en el inmenso mientras tanto en el interminable mientras tanto, luchando por conservar el sueño; una visión, una alternativa.¿conformarse?¿intentar? peliarle al tiempo por ese instante inmenso de sus manos blancas en mi mejilla?¿la habré amado? Si pudiera tan solo detener ese motor incansable de la mente que segrega emociones ante mínimos estímulos externos. Y como termina? Te preguntaras cual es el final?. Ya habrás pensado que no se olvidar, que no alcanzo a inventar finales propicios. Cuanto daría por que su boca hablara tan solo una vez, que enorme inmovilidad tienen los labios para verme escapar de donde no puedo irme, y callar. Si no se acaso si estarás ahí, conmigo. Que perdido estoy en Buenos Aires. A quien le escribo si no estas, ella eres tu, y todos los ojos de instantes superfluos, todo y sin embargo ninguno. Tantas miradas y nadie me ve. A quien le explico la angustia enorme de vivir por un sueño que solo yo alcanzo a ver y no puedo contar, si no hay palabras para lo que no se ve, si no hay visión para quien no dice. ¿A quien le escribo amor, a quien sueño en mis noches? Como saber quien soy si el espejo en el que me miro esta roto. Todos mis pasos me llevan al mismo lugar. Otro minuto de pensamientos desvelados. Y mi voz, una voz silenciosa de letras persistentes, interrogantes, insatisfechas que no acaban al final de la pagina. Y dónde más buscarte si no sé a dónde me llevan mis propios pasos. San Telmo en los domingos se parece a tus ojos. Siempre diferente, siempre nuevo, mas de lo anterior. Pasajes, atajos, sombras de bohemias caminatas. Gente de todas partes. Mundos en cada rincón. Extraño oficio este de escribir. Los escritores somos los guionistas de nuestra propia película de vida. Cada suceso que inventamos es una escena anticipada de lo que después será real. Fascinante oficio de inventar la vida que nos tocara vivir. Vivir para contarlo, contarlo para vivirlo. Los lugares comunes son visiones anticipadas de cada lugar donde vamos a estar, en todas partes, en todos los sitios. Tu boca es poesía en mis letras, tu amor es la conciencia anticipada de un haberte tenido aun sin conocerte, ya te he perdido y te he llorado alguna vez. Buenos aires ya fue triste antes de tu dolor. Lo fue en mi mente, lo fue sin vos. Lo se, ya estuve aquí antes. El deja vu de las soledades circulares. Habrá otras madrugadas, otras veces te volveré a amar, otras tantas me dolerás. Pero recuerda, yo ya estuve aquí antes, y cada vez que vuelvo a escribir la escena, es una nueva mejorada versión del eterno retorno de lo mismo, improvisado. No me volveré a despedir de ti, por que ya lo hice innumerables veces. Esta vez será un “hasta pronto”, un seguir, un “mientras tanto”, un silencio. Un beso. Un dolor. Que será goce, será sonrisa, será pasión, será recuerdo, amor, será tus ojos, será tu voz, tus manos blancas, un perpetuo volver a empezar. Ignoro la manera, ignoro lo que tu sabes, ignoro la ignorancia de lo que otros saben. Ignorare mañana la noche lejana que se pierde en el sol. Desearas amor, no saber si estoy, si me fui otra vez o si volveré mañana. Ahí, estaré de todas formas, ahí estaré de todas maneras. Extraño oficio el de las palabras, espejos siempre difusos de lo que pasa

parte 2:- una carta para Anabel

Srta. Anabel: … Y aún no se ponen de acuerdo la suerte y el tiempo! ¡Qué lejana esta usted! Le pido disculpas, como muchas veces, por entrometerme en su vida, derramando poesía bajo su puerta, quizá no deje de ser más que un espectador, si alguna vez la incomode de alguna manera, sepa disculparme, lo único que quise fue saber de usted. Esta es mi última carta, y, como toda despedida, está también cargada de angustia, suelo encariñarme con algunas cosas. Ojalá usted haya podido ver un poco más allá de la miradas y las palabras. Las noches seguirán siendo incompletas y, como tantas veces, es doloroso el aterrizaje después de volar tan alto. ¡Cómo cuesta vivir! Quizá lo tomé demasiado en serio. Agradezco su respeto y amabilidad, esas son pequeñas cosas que guardo y llevo conmigo a todas partes, también conservaré su mirada, su voz, sus manos blancas. ¿Alguna vez alguien le escribió un poema? En caso de ser el primero, se lo dejo en el tiempo. Intentar vivir como uno piensa se convierte en una tarea titánica en la cuidad, donde todo es aparente y carece de profundidad. Llevar a la práctica el “amor”, el simple acto de dar, parece aquí, similar a un intercambio de mercancías, viable sólo, si se obtiene algo a cambio y, por supuesto, con los intereses respectivos… Y así, en términos económicos, quedan establecidas las relaciones humanas, “relaciones de poder”… Y el hombre se olvida de que es humano; porque sólo vive para sobrevivir… Y todo los días son iguales: la rutina, el cansancio, el reloj, la soledad, la eterna “soledad de no estar solo”, y, como para no ser concientes, nos llenamos de ocupaciones varias. _ “Los escritores tenemos tanto que hacer, que no tenemos tiempo para darnos cuenta de que estamos solos”_ me dijo un colega en alguna ocasión. ¡Solos!. Todos estamos tan solos… ¡Qué enorme abismo separa dos personas! Superar la separatividad. La vergüenza de ser auto-concientes de la soledad. La búsqueda perpetua de la unidad en el devenir contínuo. El amor, lo único que nos hace sobrevivir. La locura, consecuencia de la falta de unidad entre lo hombres, sus mundos, y eso indefinible que llamamos realidad. Más de dos milenios tratando de construir un puente para cruzar el abismo. La elección. El miedo a caer ¿Qué habrá de aquella orilla? Fue un fin de semana afortunado; conservo su mirada del viernes, del sábado y también la del domingo. Aunque advertí que sus ojos no brillan como habitualmente, su sonrisa no ilumina tanto su rostro. Dicen que nuestro exterior refleja las aflicciones del alma, lo noto a diario en el espejo. Espero sea sólo algo transitorio, ningún dolor llega para quedarse. Espero, también, que mis cartas hayan sido útiles para usted como parcialmente lo fueron para mí, quizá no como lo pretendí primeramente. El efecto fue contrario, no logré descubrirla, fue como un espejo, sólo me devolvió una imagen desenfocada de mí. Sepa disculpar el pesimismo de esta carta, me sabe a una de tantas despedidas, mas sepa usted que, para ganar, hay que perder. Le dejo un último regalo, que sólo usted tendrá la libertad de aceptar. Si es de su interés, estas son las instrucciones para hallarlo: Busque en la penúltima página del tomo numero siete, de la Enciclopedia de Historia Universal del Arte en la biblioteca de la Universidad. Es un lugar seguro, a pocos les interesa la historia. ¡Hasta que se pongan de acuerdo la suerte y el tiempo!

Primer prólogo al lector activo

Dicen que lloró por dentro cuando él se fue. Nadie sabe si pasó en realidad. Dicen que también la beso y no dijo adiós. Hay otros, con la misma nostálgica certeza, que dicen que ella nunca existió; él la invento como se inventan las utopías, que ella es una amalgama de amores y recuerdos, antes y después, espacios y tiempos, que su figura es la alquimia de muchas mujeres. Una metáfora. Un recurso literario. Los hay también, claro, antagonistas, afirmando que Penélope, en su larga espera, tejió la historia, el diario, las cartas; y fue entonces cuando en realidad lloro, al sentir que todo era una invención. Hay quienes dan vida a las ficciones, como también los hay los que ficcionalizan la vida. ¿Cuánta realidad hay en la ficción, cuanta ficción en la realidad? Sólo decires relativos, como una dictadura. Poeta, trovador, haeda, juglar, loco. Nadie sabe su nombre. Probablemente sea mejor así, el tiempo es sabio. Hay cosas que es mejor no saber. Quizá el tiempo es una idea inapropiada entre lo infinito y lo infinitesimal, entre el principio, el fin, y el mientras tanto. Estamos aquí, allá, distancias, galaxias, sistemas, genomas, células. Ser o no ser, creer o no creer. Conformarse o buscar, sentir o pensar, decir o hacer… Lo confieso, no lo sé, hay extraños en el cuerpo. No podré conjeturar nada nuevo a esta historia, usted sabrá qué hacer. Yo, por mi parte, ya lo hice. El orden de los factores no altera el producto. Espero que sus conclusiones de lector pensante sean mejores que las de este narrador y recopilador de los hechos escritos por cada una de las personas o personajes que desestructuran la trama. Les presento los siguientes escritos tal y como me fue concebido hallarlos, no, claro está, sin una intensa búsqueda. Anticipo la corrección y modificación de estricto orden literario de algunos ininteligibles episodios, pero respetando la integridad argumental del relato. Eso sí, me permití alternar lo escritos con el sólo propósito de hacer más interesante la navegación por el libro.

fragmento de mi novela: 1 parte

Sé (y a veces duele saberlo) que no sabré dejar de escribir. Es mi voz, no los ecos, la que permanecerá con usted, quizá, como un bello recuerdo. Me iré con la prisa, quién sabe dónde. Usted olvidará todas aquellas oportunidades que la abrigué en un verso para volverla a soltar. No sabría darle las suficientes explicaciones porque no las tengo. El círculo de la causalidad es infinito y no responderé a todos los por qué. Lamento no poder ser más claro que su pálida piel. Sé que alguien comprenderá, e inventará, como usted y yo, un final apropiado a toda la fantasía que pinté con mis manos. Quisiera darle todos lo secretos para que sea más simple entender y facilitar la elección…mas puedo sugerir sólo sugerir. Sabrá, lo sé, (me conoce al menos un poco) que habré de decir muchas cosas que nunca alcanzan y como para que alcancen (casi con esperanza) las escribo. ¿Cómo va a recordarme? ¿Qué pasará por su mente cuando aparezca algún recuerdo? No me lo diga; todo cae en el olvido, en el común olvido. ¿Le dirá al tiempo que le devuelva lo que dejo olvidado por andar quién sabe dónde?... La noche sabe guardar los secretos. La humedad de una triste lluvia. ¿Cómo dejar de ser lo que se es? ¿Cómo dejar de saber lo que sé de usted? Yo lo sé, al menos lo sabe mi alma, que me vieron sus ojos de tristeza infinita, un segundo tan sólo, demasiado rápido tal vez, demasiado. Ay! Si sus ojos hablaran, ¿habrían dicho lo que su boca callo?…ahí me quede yo, en el “mientras tanto”, taciturno, solitario, expectante, escribiendo donde nunca llegaron, ni su boca, ni su ojos, ni sus blancas manos. ... y ese tiempo de caprichos, en que deje colgado algún verso, “se fue llenando de tierra”, de sinsabores, de soledades circulares. ¿Cómo va a recordarme? Sé (y nuevamente duele saberlo) que la comedia del antes y el después me convertirá en recuerdo en metáfora en un simple recurso literario. Ya habrá olvidado todo lo que antes escribí… ¿Cómo va a recordarme? “entonces (como dice ese poema de José Glanzmann) el tiempo dirá si mis palabras alcanzan a la vida a descubrirla” ¿Será usted esta vez? ¿O fue aquella que se alejaba como la tarde? ¿La volveré a encontrar mañana? ¿En qué mirada? ¿En qué sonrisa? ¿En qué hermosas otras manos? Debí quedarme alguna vez, al menos una vez. Debí quedarme. ¿Cuál será su nuevo nombre? ¿Bajo qué cielo la hallare la próxima vez? ¿Bajo qué nueva oscuridad? ¿Que nuevo sabor tendrá su boca? ¿Cuantos abismos más en sus ojos?

Carta a una extraña mujer

La vida sabe bien como guardar sus misterios. El tiempo es una percepción inapropiada, un juego de ajedrez contra uno mismo y todo empieza justo cuando acaba. Mientras tanto, la partida se hace a veces tan difícil que nos acorrala y son pequeñas las salidas, ¿Para que jugar? ¿Como vivir? ¿Para qué abandonar? Tres preguntas y una sola respuesta; por amor; por esa inexplicable e incierta certeza del amor; que nos hace creer que podemos ganar y reinventa una jugada nueva, insospechada, siempre creativa, tantas nuevas veces. De pronto, la balanza esta a nuestro favor y pensamos, soberbios, que el juego ya es nuestro. La certeza de la victoria nos lleva al borde de la derrota. Fue sólo un aviso, para estar mas alertas la próxima vez. La vida si que sabe guardarse sus misterios; todo llega al que sabe esperar y el que busca siempre encuentra. Para quién busca: una aventura, un sueño, para el que espera. Una enorme contradicción; silencios que hablan, pasos que van a ningún lugar, besos sin bocas y el amor que otra vez se pierde, como ese juguete que un niño distraído no supo cuidar; otro, mas perceptivo y soñador, lo encuentra, se adueña de ese amor, lo hace suyo, lo conserva, lo guarda celosamente para que el tiempo no lo desgaste. Desde la vereda de enfrente, otro niño observa triste a través del empañado vidrio de su ventana como la lluvia se lleva los juguetes que olvido en el jardín Los misterios si que saben esconderse. Justo ahí, detrás de tus ojos, debajo de tu piel, algo le dice mi boca de cerca a tus labios y sólo ellos lo entienden. Extraño lenguaje el de tu piel y la mía, me buscan tus manos para amarrarse a las mías, extraño romance entre mis silencios y tus sonrisas. Me brotan, como los segundos le brotan al tiempo, emociones impensadas cada vez que tus dedos me encuentran. Tengo la piel encendida por el fuego de esas manos que van borrando todas las huellas. Si he llorado alguna vez, se me olvido la amargura en tus brazos, si otras bocas han pretendido la pasión encerrada del alma, la tuya convino el sabor y convirtió el beso en un poema, en un pacto de amantes contra todas las reglas. Si te toco el alma en alguna de esas noches, no le digas al silencio que te explique qué pasó. No le pidas a mis ojos que dejen de soñar tu amor. Sé, lo sabe mi alma, que alguna de todas esas noches que vamos a inventar, a solas, con mis manos en tu piel desnuda y los cuerpos húmedos de besos, va estar mi corazón abierto, por si se te ocurre enamorarte.

Secretos (poema)

Te hable de mi verdad, mis sueños mis ganas de volar del brillo de mis ojos de lo mucho que extraño el mar. Te conte de mi gente, mi cuidad que me cuesta tanto ser normal del anhelo del niño ser luz en tanta oscuridad. Te mostre mis heridas cicatrices de tantas despedidas las fotos amarillas la lejania inagotable bohemia i n t e r m i n a b l e poésia. de los muchos viajes que cambiaron tantas veces mi vida de mi amor por la familia de tantos inviernos, de felices dias De mis charlas al silencio del sur del paisaje del viento del insomnio por culpa de mis miedos de cómo aprehendí a ser parte del tiempo. De mi guitarra; mis canciones del por qué de tantas sensaciones de cuanto quisiera vivir de amor tantos intentos tantos besos tanto dolor. Mas nunca dije: daria todo por envejecer a tu lado! olvide confesarte: lo mucho que te amo!

ademas (poema)

Mi desflorecida alma nunca pretendió tu boca sólo la poesía que hay en ella. Tampoco tus manos blancas si no son verso al viento en la suave caricia. Como quien mira la tarde me miras ¿me ves? _ ¡sólo la poesía detrás de tus ojos!_ “…además te quiero y hace tiempo y frío”.