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martes, 8 de abril de 2008

Novela: Carta Nª 5

Querida srta: Esto de intentar acercarla y acercarme a través de las cartas, me obliga a pensar mucho en usted ¿estará bien pensarla tanto? Bueno, siendo realistas ya le confesé en mi primera carta, que son más de dos años los que llevo pensando, observando, imaginando, como quien espera la llegada del otoño mirando un álbum de fotografías. Pero como ya lo dije alguna vez, creo que tiene sentido este intento sublime de mirarnos el alma sin más, ni menos, que desde el alma misma. Al leer la ultimas cartas que le escribí, me es inevitable, imaginarme nuevamente la sensación que provoco escribirlas, y que habrá notado al leerlas. Cuando empecé con esta idea, un tanto excéntrica, no pensé que podría llegar a contarle tantas cosas de mí, a veces doy tanto que me quedo con el alma desnuda propenso a enfermarme de soledad otra vez. Sé que al menos pude, aunque fuera un instante, hacerla pensar en mí y que advierta mi presencia en todas partes y en ningún lugar. Sé que si no hago esto, tarde o temprano, el alma va a reclamarme el no haberlo intentado… ¿logré sacarle un suspiro? ¿Logré acercarme a su alma? Ojalá así sea, porque de seguro logré acercarla a la mía. Consiente o inconscientemente, le abrí la puerta y la deje entrar en mi mundo, tal vez no hubiera podido evitarlo, tal vez sí, ¿Por qué dejó usted entrar, mi poesía al menos, en su mundo aparentemente hermoso y enigmático? Será, quizá, un invento del alma ya cansada de tantos besos sin boca y manos sin roces suaves, intento quizá desesperado, como quien grita en medio de la gente que no quiere escuchar “¿Quién va a oír mi voz con tanto ruido?”¿Quién va a verme entre tanta oscuridad?... ¿Por qué será tan difícil vivir sin recetas, ni mascaras que tapen lo que realmente importa? Le confieso que, a veces, por las tardes húmedas, salgo a caminar sin saber a dónde ir, como si fuera a encontrarme con la vida a la vuelta de la esquina, tomar un café y charlar del pasado que se aleja y el futuro que nunca llega. De lo amores añorados y los recuerdos de niñez donde todo era más fácil. De los viajes que cambiaron tantas veces mi vida y mi mundo, de la inocencia que perdí aquella tarde de lluvia. De la flor que olvidé en el cajón junto algún viejo poema amarillento. De la luna, que me vio caminar a solas en la noche pisando las hojas secas, llorando alguna de tantas ausencias… Más de un vez tuve ganas de volver a mirar los ojos de la sincera mujer que me amó y no pude amar, de lo brazos que me abrigaron del frío del sur y me volvieron a soltar. Si no hubiera tenido que despedirme tantas veces, tal vez no tendría tantas cicatrices. Si no hubiese llorado tanto, quizá no sabría lo que es el dolor y ni siquiera estaría aquí escribiendo mi desamparo y mi nostalgia. ¿Cómo seria mi vida si nunca hubiese tenido alma de poeta? ¡Qué caro cuesta soñar en esta parte del mundo! Pero, discúlpeme, señorita, no quiero contagiarla de la tristeza constante a la que se somete el poeta, sólo por ser profundo y por sus ansias de cambiar al mundo. De todas formas, no dejo de agradecerle su siempre atenta amabilidad para conmigo. Esto de escribirle me resulta similar a una terapia, que lejos está, claro, del compromiso formal. A decir verdad, me gusta tener la mente ocupada pensando en usted, me separa del libertinaje de la juventud y su estupidez. Espero no le moleste la frecuencia de mis cartas, estaré de viaje por el lapso de una semana y estará librada de mis letras por un tiempo no así de mis pensamientos, que, a decir verdad, son frecuentes, cada vez me resulta usted mas intrigante, no por su respuestas, sino por las preguntas que en mí genera.

Novela: Carta Nª 5

Querida Srta: Esto de intentar acercarla y acercarme a través de las cartas, me obliga a pensar mucho en usted ¿estará bien pensarla tanto? Bueno, siendo realistas ya le confesé en mi primera carta, que son más de dos años los que llevo pensando, observando, imaginando, como quien espera la llegada del otoño mirando un álbum de fotografías. Pero como ya lo dije alguna vez, creo que tiene sentido este intento sublime de mirarnos el alma sin más, ni menos, que desde el alma misma. Al leer la ultimas cartas que le escribí, me es inevitable, imaginarme nuevamente la sensación que provoco escribirlas, y que habrá notado al leerlas. Cuando empecé con esta idea, un tanto excéntrica, no pensé que podría llegar a contarle tantas cosas de mí, a veces doy tanto que me quedo con el alma desnuda propenso a enfermarme de soledad otra vez. Sé que al menos pude, aunque fuera un instante, hacerla pensar en mí y que advierta mi presencia en todas partes y en ningún lugar. Sé que si no hago esto, tarde o temprano, el alma va a reclamarme el no haberlo intentado… ¿logré sacarle un suspiro? ¿Logré acercarme a su alma? Ojalá así sea, porque de seguro logré acercarla a la mía. Consiente o inconscientemente, le abrí la puerta y la deje entrar en mi mundo, tal vez no hubiera podido evitarlo, tal vez sí, ¿Por qué dejó usted entrar, mi poesía al menos, en su mundo aparentemente hermoso y enigmático? Será, quizá, un invento del alma ya cansada de tantos besos sin boca y manos sin roces suaves, intento quizá desesperado, como quien grita en medio de la gente que no quiere escuchar “¿Quién va a oír mi voz con tanto ruido?”¿Quién va a verme entre tanta oscuridad?... ¿Por qué será tan difícil vivir sin recetas, ni mascaras que tapen lo que realmente importa? Le confieso que, a veces, por las tardes húmedas, salgo a caminar sin saber a dónde ir, como si fuera a encontrarme con la vida a la vuelta de la esquina, tomar un café y charlar del pasado que se aleja y el futuro que nunca llega. De lo amores añorados y los recuerdos de niñez donde todo era más fácil. De los viajes que cambiaron tantas veces mi vida y mi mundo, de la inocencia que perdí aquella tarde de lluvia. De la flor que olvidé en el cajón junto algún viejo poema amarillento. De la luna, que me vio caminar a solas en la noche pisando las hojas secas, llorando alguna de tantas ausencias… Más de un vez tuve ganas de volver a mirar los ojos de la sincera mujer que me amó y no pude amar, de lo brazos que me abrigaron del frío del sur y me volvieron a soltar. Si no hubiera tenido que despedirme tantas veces, tal vez no tendría tantas cicatrices. Si no hubiese llorado tanto, quizá no sabría lo que es el dolor y ni siquiera estaría aquí escribiendo mi desamparo y mi nostalgia. ¿Cómo seria mi vida si nunca hubiese tenido alma de poeta? ¡Qué caro cuesta soñar en esta parte del mundo! Pero, discúlpeme, señorita, no quiero contagiarla de la tristeza constante a la que se somete el poeta, sólo por ser profundo y por sus ansias de cambiar al mundo. De todas formas, no dejo de agradecerle su siempre atenta amabilidad para conmigo. Esto de escribirle me resulta similar a una terapia, que lejos está, claro, del compromiso formal. A decir verdad, me gusta tener la mente ocupada pensando en usted, me separa del libertinaje de la juventud y su estupidez. Espero no le moleste la frecuencia de mis cartas, estaré de viaje por el lapso de una semana y estará librada de mis letras por un tiempo no así de mis pensamientos, que, a decir verdad, son frecuentes, cada vez me resulta usted mas intrigante, no por su respuestas, sino por las preguntas que en mí genera.