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viernes, 29 de mayo de 2009

Vivir para escribirlo: una mirada hacia adentro: Secretos (poema)

Vivir para escribirlo: una mirada hacia adentro: Secretos (poema)

Vivir para escribirlo: una mirada hacia adentro: Carta a una extraña mujer

Vivir para escribirlo: una mirada hacia adentro: Carta a una extraña mujer

Vivir para escribirlo: una mirada hacia adentro: Detenerme a tu lado

Vivir para escribirlo: una mirada hacia adentro: Detenerme a tu lado

Perderte sólo para volverte a encontrar (escena de la novela)

…¿y si jamás se ponen de acuerdo la suerte y el tiempo? ¿Qué hago con todo aquello que no pude decirle? Esta escena ya la he vivido: otra vez los vicios del mundo silencian el alma. Lo días que se escapan sin previo aviso, las gotas que nunca desahogan lo que queda sin decirse, y se marchita la flor a la que no pude cantar, como el verso aquel que no ya no puedo recordar Cómo desearía que Anabel, tocase mi boca con sus manos blancas, y llene de su inmensa juventud mis ojos cansados, pues un hombre envejece más rápido en el dolor y, a pesar de ser joven en años, las angustias van desfloreciéndome el rostro. Si pudiera, tan sólo un instante, en el aleteo de un colibrí, humedecer su boca en el roció de mis labios, bastaría sólo un beso para hacerme preso de su amor o mi dolor. ¡OH, cómo duele ignorar! ¡Cómo desangra aquel poema olvidado en las páginas del libro! No llegó el sueño a mis parpados, aún estando ya enrojecidos, y cuando al fin consigo dormir, se cuela en mi sueño, consecuencia de tanto pensarla en la vigila, ¡qué tan profundo se ha clavado en mi inconsciente! Sollozando mientras duermo, tras el agujero blanco de la enorme noche, ese desconocido que llamamos Dios, me verá perderme una vez más en el mar de dudas de la existencia y se beberá ese tiempo que el reloj no cuenta. Los antagónicos pensamientos turban mi calma, aún estando lejos nuestros cuerpos. De nuevo los miedos, las dudas, la angustia, cuan imágenes oníricas. ¡Qué tremenda estupidez la de pensar que ella podría descubrirme cuando, a veces, yo mismo me oculto! ¡Qué sueño inocente, hermoso por momentos, imaginar que se puede nadar contra la corriente, sin sentir las secuelas del cansancio! Preciso ilusiones para tener un camino. Pero, cómo explicarle que la enorme necesidad de acercarme a ella, fue mi motivación, mi esperanza y mi miedo a no saber qué habría de encontrar. O quizá peor, a saber precisamente que lo que encontraría, jamás llenaría mis deseos. Con el paso del tiempo, nos acostumbraríamos a estar juntos, y ese amor inventado se irá por la ventana mientras dormimos. Por qué eso es lo que hace: huye como un cobarde en la oscura noche… y al despertar, de pronto, no sabemos dónde estamos, ni quiénes somos, ni cómo llegamos hasta aquí. …y otra vez estaremos lejos. Un eterno mientras tanto prolonga las soledades circulares que siempre llegan en la madrugada. Sé, y quisiera no saberlo más, que no encontraré en ella la fantasía que cree, porque no existe más que en mi mente. Y sé, también, que me acercaré a su boca en mi deseo de tenerla y no sabré darle la libertad que pretendo. Y mi libertad dependerá de la suya y caeremos en el enorme abismo que nos separa. Una mañana descubriremos que siempre fuimos extraños y ya no habrá tiempo para conocernos más: lo que halló en mí, ya habrá cambiado, como sus ojos y su voz. Ella no me reconocerá con sus manos en mi rostro y nuevamente trataré de explicarle, en mí entupida retórica: quién soy. Y cuando al fin lo comprenda, seré nuevamente otro hombre y no entenderé por que aún esta a mi lado y, una vez más, volveremos al comienzo, a pensar si vale la pena perdernos, sólo para volvernos a encontrar.