
Reconozco que puede ser un poco extraño esto, espero de corazón no incomodarla con mis letras, en realidad he pensado las muchas maneras de acercarme a Ud. Srta, y ya no sé que mas inventar solo por sentarme en su escritorio y verla un poco mas de cerca.
Confieso que la miro cada tarde al salir del trabajo y cada tarde al verla así, tan hermosa, me pregunto si habrá en usted esa belleza profunda que veo cuando por casualidad sus ojos me encuentran. Podría en verdad simplemente presentarme delante de usted, mirarla y sencillamente preguntarle su nombre, su edad y tantas cosas que me muero por saber pero siento que seria tan normal y tan superficial que tal vez no advierta en mi estas enormes ganas de conocerla.
Siento la sutileza de sus gestos y su mirada, a veces perdida, como una muestra tan solo de la infinita ternura y pasión que encierran sus manos blancas, perdón, soy solo un observador de su encanto que, se habrá dado cuenta, me tiene intrigado.
Lo sé, hay miles de maneras de conocer a alguien y esta tal vez no sea la mejor, no quiero por favor que tome a mal mi carta, no soy un loco, soy solo un hombre sincero que se presenta de esta forma buscando un poco de su atención, no pretendo nada mas que el simple hecho que note mi existencia. Afuera el otoño tiñe toda la cuidad y solo pienso en cada paso como hacer para acercarme un poco mas a su alma. Tendrá noticias de mi, pues el anonimato no es mi interés, mi nombre es diego Hernán y aunque no sepa el suyo ni nada de usted poseo algo que puede mas que cualquier otra cosa y eso es una inquebrantable fe e intuición de lo que veo en sus ojos.
Puedo en verdad estar equivocado, pues seria un hermoso error entonces. No se su edad, yo tengo 25 años y el mismo tiempo buscando el suspiro que en un segundo sus ojos me dieron sin pedir permiso.
¿Podríamos simplemente dejar de ser dos extraños mas en esta cuidad?
Sinceramente, nada me gustaría más que eso y ¿a Ud.?